Alguien voló sobre el nido de la cigüeña

“Por San Blas, la cigüeña verás; y si no la vieres, año de bienes.” San Blas tiene lugar allá por el 3 de febrero. Y yo, en aquellos días, no la vi. Lo que debe significar que éste será año de bienes, porque ha sido un invierno frío y lluvioso y eso es bueno para el campo y para los embalses. Pero ¿qué hay de la cigüeña? Pues habrá tenido que dilatar su estancia en tierras más cálidas. Como hacen esas personas que, bien por estar jubiladas, bien por tener poderío económico y tiempo libre suficiente, pasan la temporada de invierno en zonas templadas de la península, pero cuando el calor comienza a hacer acto de presencia se van a la casa de Asturias. Más o menos esto es lo que hace esta ave migratoria. Cuando hace fresco emigra a otras latitudes más amables, climatológicamente hablando. Eso lo sabemos desde niños. Lo que no está tan claro es por qué emigran o, mejor todavía, cómo lo hacen.

El mecanismo de vuelo de un ave es similar al principio de sustentación de un avión. Ambos utilizan el mismo sistema. Para entenderlo vamos a ver algunos ejemplos sencillos que permitirán comprender, a grandes rasgos, el funcionamiento básico. Por un lado, cuando presionamos sobre la válvula de la rueda de un vehículo observamos que se produce una salida del aire que hay en el interior del neumático. Eso es debido a que el aire que hay en el interior se encuentra a una presión superior a la del aire exterior. Deducimos de ello que un fluido siempre se mueve de las zonas donde hay mayor presión a las que es menor. Pero esto no siempre lo vemos con tanta claridad. Por ejemplo, cuando vamos circulando en el coche y el conductor va fumando, ¿habéis visto que, si baja la ventanilla, el humo sale? Esto se debe a que el aire del exterior está en movimiento y al hacerlo baja la presión. Como el aire del interior del vehículo está quieto, la presión es mayor y, como hemos quedado anteriormente, el fluido se mueve de donde hay mayor presión a donde es menor. Ahora que hemos visto y entendido ese par de ejemplos ya estamos listos para entender lo que sigue.

Vamos a fijarnos en la primera figura de la derecha. Simula el perfil del ala de un avión. En el lado

izquierdo he dibujado dos puntos, que he denotado por A y B y que figuran ser dos corrientes de aire. Para pasar ambas corrientes desde el punto 1 al 2 vemos que la correspondiente a A debe realizar un recorrido de mayor longitud que la B. Para que ambas corrientes lleguen al punto 2 a la vez, la corriente A debe moverse más rápido que la B. Como vimos en los ejemplos anteriores, al moverse un fluido la presión disminuye. Eso implica que el recorrido desde 1 hasta 2 a lo largo de la corriente A tiene menor presión que el debido a B (teorema de Bernoulli). Existe una diferencia de presión entre las dos superficies del ala, siendo mayor en la parte inferior. Eso

hace que el aire quiera ir desde esta zona hacia la superior a través del ala. Como no puede atravesarla, produce una fuerza que en aeronáutica se conoce como fuerza de sustentación. Es de cajón que esta fuerza debe ser mayor que el peso de la aeronave si queremos que vuele. Además, debemos impulsar el avión hacia adelante lo suficientemente fuerte como para vencer la resistencia aerodinámica, tarea que corresponde a las turbinas o hélices y…ya está, ¡Volamos!

Ya sabemos cómo se mantienen en vuelo los aviones. En el caso de las aves tienen un sistema añadido.

Además de utilizar el principio de sustentación explicado en el párrafo anterior, se sirven de las columnas térmicas. Se le da este nombre a las corrientes de aire que se forman de manera natural como consecuencia de la convección. Para quienes no recordáis en qué consiste el mecanismo de la convección veréis que es algo muy sencillo. ¿Habéis visto que en invierno cuando os acercáis a un radiador, si colocáis la mano encima, hay una corriente de aire caliente que asciende desde él? Pues esa corriente se produce por convección. El aire caliente tiene menor densidad que el frío y, por ello, sube. Y cuando ese fenómeno tiene lugar en la naturaleza, las corrientes de aire las utilizan las aves para poder permanecer volando sin necesidad de agitar las alas. Lo que les permite desplazarse grandes distancias sin gastar energía.

Ya sabemos cómo pueden mantenerse en vuelo las aves durante tanto tiempo, pero ¿cuándo les surge la necesidad de cambiar de residencia? Pues aquí entra en juego el fotoperiodo. Que no es más que la

detección de la variación de horas de luz que tenemos dependiendo de la época del año en la que estemos. En el caso de las aves migratorias, la variación de luz produce una estimulación de la glándula hipofisaria quien, a su vez, genera una hormona, la gonadotropina que hace que al animal le entren ganas de comer como si no existiera un mañana. La comida ingerida en exceso se almacena en forma de grasa en previsión del largo viaje que va a realizar. Nada de esto debería sorprendernos. En el ser humano el fotoperiodo se realiza a la inversa. Nosotros nos atiborramos a comer durante todo el año y cuando vamos a emprender el viaje a la playa nos da por ponernos a dieta para que no asomen demasiado los michelines por encima del bañador.

Hasta aquí hemos sacado en claro que, la diferencia de luz en los días prepara al animalico para el viaje

haciéndole comer con gula, de este modo tiene reservas energéticas para la migración. También os he hablado de cómo pueden mantenerse en vuelo tantas horas sin cansarse o consumir demasiadas reservas. Hasta aquí todo correcto, pero falta la pregunta decisiva, ¿cómo se orientan para regresar todos los años al mismo sitio? La orientación suele basarse en la observación del terreno y la posición del sol, en el caso de migraciones diurnas, mientras que en las nocturnas son las estrellas y la posición de la luna las que sirven de guía. Pero ¿qué pasa si es cielo está nublado? ¡Vaya! En esos casos no ve el cielo y tampoco el suelo. No pasa nada. Tienen un segundo sistema de orientación; el campo magnético terrestre. Algunas aves, como las palomas mensajeras lo utilizan, guiándose por pequeñas variaciones en la intensidad de dicho campo. Pero, ¿cómo surge la orientación? Pues en algunos casos es innata, como en el caso del cuco, mientras que, en otros, como el de la grulla, se va transmitiendo de una generación a otra, siendo las aves adultas las que guían a las jóvenes en un proceso sin fin.

No quisiera acabar sin decir que no todas las aves migran en grupo, como no todos vamos a la playa en familia. Hay especies a las que les gusta el viaje en solitario, como el cernícalo pelirrojo, o el mazas curtido en gimnasio en el caso de las personas. Por el contrario, el símbolo por excelencia de la migración en

grupo le corresponde al ganso. La familia gitana en el caso de los humanos. A estas aves, hacer el viaje en grupo les permite defenderse de los depredadores. Además, lo hacen en formación en “V”. Este sistema presenta la ventaja de que cada miembro vigila como mínimo a otro, así ninguno se pierde. Por si fuera poco, desde el punto de vista de la aerodinámica, tener un miembro delante supone un menor esfuerzo en el avance. Se deduce que el líder soporta toda la resistencia y, por ello, cada cierto tiempo cede su posición a otro, repartiéndose el cansancio entre todos los integrantes. Para animar el trayecto, los gansos que ocupan las posiciones finales de la “V” graznan de un modo peculiar para motivar en el vuelo a los que lo encabezan. Finalmente, si alguno de los integrantes se retrasa, dos gansos se desligan del grupo para acompañarlo y formar una nueva “V”.

Este comportamiento tampoco debería sorprendernos pues, aquellos que sois aficionados al ciclismo lo habréis observado en el desarrollo de algunas etapas ciclistas. El líder del grupo va cediendo su puesto a otros ciclistas. Lo mismo ocurre cuando varios se escapan del pelotón. Para que luego digan que los ciclistas no hacen el ganso.

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José Alberto Aijón Jiménez

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