Vamos a contar mentiras

Cuando yo era pequeño había una canción que decía algo así “… vamos a contar mentiras tralará…por el monte las sardinas…” y nos hacía gracia oirla porque todo eran sandeces de ese calibre. Ha pasado el tiempo y las sardinas siguen sin ir por el monte, salvo en aquellos casos en que van a servir de merienda después de pasar por las brasas de una barbacoa. Pero aunque esas mentiras eran fáciles de detectar, otras han ido creciendo con nosotros y las hemos dado por buenas. De hecho, aunque vivimos en la era de las comunicaciones y de la información, resulta muy fácil lanzar bulos y que la gente los crea a pie juntillas. ¿Os acordáis que hace unos cuantos años hubo rumores sobre un programa de televisión en directo, una niña, un perro y un bote de mermelada? ¿o era de nocilla? Aquellos que no lo recordéis es porque sois demasiado jóvenes. El caso es que aquello nunca se llegó a saber si fue cierto o no. Hoy en día hay información que nos llega y que no comprobamos si es veraz o no. Con lo atareados que estamos en nuestro día a día pues no es cuestión de dedicar tiempo a saber si tal o cual chismorreo es cierto o no. Así que no es extraño recibir un whatsapp en el que se dice que hay un fulano que dice un montón de salvajadas cuando, en realidad, esas palabras no le pertenecen. Y tal como te llega lo distribuyes. A mí me ha pasado. Quizá por ello me he vuelto algo más escéptico y ahora antes de creerme nada procuro leer antes, o intentar documentarme de alguna fuente fiable. Y por todo ello me he decidido por desmentir algunos de los bulos que hemos dado por ciertos porque llevan conviviendo en nuestra memoria desde hace mucho y no los hemos desterrado todavía. Yo os ayudo en la tarea.

El hombre no ha viajado a la Luna. Merece estar en el primer puesto por seguir siendo motivo de discusión acerca de si el hombre hizo tal viaje o no. Pero si nadie fue a la Luna, entonces ¿quién colocó allí todo el material que utilizaron los astronautas en su viaje? Me podríais decir que ese material no lo

podemos ver desde la Tierra para poder confirmarlo o no. Y es cierto. Doy fe que yo a simple vista no soy capaz de verlo. Pero existen fotografías a disposición del público general tomadas por diferentes misiones no tripuladas en las que se aprecian estos elementos. Pero por si quedaba algún atisbo de duda, hay que tener en cuenta que en el momento en que los americanos aseguraron pisar la Luna se estaba librando una batalla con los rusos para ver quién llegaba antes a nuestro satélite natural. Los rusos habían sido los primeros en enviar una nave con un ser vivo al espacio (la perra Laika) y no estaban por la labor de ceder terreno al enemigo. Por lo que, si hubiera sido toda una maniobra de los EEUU por quedar bien ante el mundo habría durado mas bien poco en ser desmentida. Pero para aquellos quienes se siguen mostrando escépticos les diré que el Apolo 11 tenía la misión de colocar en la superficie lunar unos espejos reflectores para poder medir la distancia desde la Tierra mediante un láser. Estas medidas se llevan realizando desde entonces por parte de observatorios distribuidos por todo el mundo, quienes dirigen sus haces hacia un punto concreto de la superficie lunar esperando que el rayo sea devuelto a su lugar de origen para poder determinar de este modo la distancia. Pero por si todavía estas dudando de si hacerme caso o no, te voy a dar la puntilla. Aquellos que son aficionados a la fotografía sabrán que en 1969 las cámaras no tenían la opción de hacer una foto completa de nuestro planeta desde una distancia pequeña, por lo que debían encontrarse muy lejos de la superficie terrestre para poder fotografiarla completamente. Por lo que las fotos de nuestro planeta completo, ¿quién las tomó? Algunos diréis que habéis visto un documental en el que se confirma que todo lo del viaje y poner un pie en la Luna es un montaje ejecutado por un famoso director de cine cuyo nombre empieza por Stanley y cuyo apellido termina por Kubrick. Pues siento decirles que tal creación se tituló “Operación Luna” o The dark side of the moon y que fue un falso documental, como se atestigua al final de este. Sólo hay que estar pendiente de los nombres de algunos de los entrevistados, como por ejemplo Jack Torrance, personaje de “El resplandor”.

La muralla china es visible desde la Luna. No dejamos nuestro satélite. Dicen las malas lenguas que la

extensión y la grandeza de la gran muralla china se puede observar incluso desde la Luna. Al parecer esto hay que atribuírselo a Richard Halliburton, quien en 1938 afirmaba en su libro que esta construcción era visible desde la Luna. ¡Pero hombre de Dios! ¿Cómo va a saber ese fulano eso si faltaban 31 años para que el hombre llegara a la Luna? Bueno, pues porque hizo la siguiente suposición: si los astrónomos de la época eran capaces de ver los canales de Marte, supuso que desde la Luna, que estaba más cerca, debía poder verse la valla que se habían hecho los chinos. Pues va a ser que no, majo. De hecho, tras muchas órbitas alrededor de la Tierra, ningún astronauta fue capaz de ver la Gran muralla. Alguno la confundió con el Gran Canal de China. Por ello, y para evitar más equívocos, la NASA se pronunció en este sentido negando la posibilidad de verla sin ayuda.

Tomar zumo de naranja o de limón evita que te resfríes. Pues no. Tomar zumo de naranja está muy bien porque evita el envejecimiento prematuro gracias a sus radicales libres, facilita la absorción de otras

vitaminas y minerales, previene la demencia, el cáncer, enfermedades cardiacas y disminuye la posibilidad de coágulos en las venas, entre otras bondades. Pero niveles aceptables de vitamina C en el organismo no evita que nos pongamos malos. Lo que sí se ha comprobado es que, una vez enfermos, tomar productos que aporten vitamina C a nuestro organismo, hace que nos recuperemos más rápido. Así que, ya sabes, toma zumo de naranja o de limón. Es bueno. ¡Pero cuidado! No vayas a caer en el tópico de decir aquello de “¡tómatelo rápido que se le van las vitaminas!”. Para nada. La vitamina C es hidrosoluble, lo que significa que está disuelta y por tanto sólo se pierden aquellas vitaminas en contacto con el aire, que son sólo las de la superficie. Muy poquitas.

Sólo utilizamos un porcentaje muy pequeño de nuestro cerebro. Esto se conoce como el mito del 10% en alusión al porcentaje que dice el populacho que somos capaces de utilizar. Pues también es falso. Tan

sólo es válido en la mayoría de la clase política. En el resto no. Este mito se inició, parece ser, con William James quien, en su libro “The energies of men” decía que sólo hacemos uso de una pequeña parte de nuestros recursos mentales. Quizá el error deriva de que con los medios con que se disponía en aquella época, los estudios mostraron que en un instante determinado sólo el 10% de las neuronas estaban activas. Actualmente, mediante técnicas de tomografía por emisión de positrones (PET scanning) y de imagen por resonancia magnética funcional han mostrado que incluso cuando dormimos todas las partes del cerebro tienen actividad. Yo se que lo de la tomografía por emisión de positrones os ha dejado con el culo torcido. Pero sólo es la forma que tienen los médicos de justificar su sueldo. Ponen nombres raros a las cosas y así nadie sabe de qué hablan. Esta técnica también la utilizan los abogados. Leer una sentencia judicial y leer un libro de mecánica cuántica es casi igual. Pero me desvío del tema. La tomografía esa es un modo de hacer que el cerebro se cargue eléctricamente, de manera que cuando hay actividad, esas cargas se “iluminen” y podamos verlas mediante unos monitores. Si el cerebro tuviera un rendimiento tan bajo no importaría que nos diéramos un golpe fuerte, seguiríamos funcionando. Y esto no es así para nada. Bueno, en la mayoría de la clase política si. Esta creencia también se ha utilizado para hacer creer en la posibilidad de tener superpoderes (esos sólo los tiene el Ministro de Hacienda) y así lo ha explotado el cine con películas como X-men o Lucy.

Si en el lanzamiento de una moneda han salido cinco caras seguidas, lo más probable es que en la siguiente tirada salga una cruz. Esto se conoce en Estadística como “la falacia del jugador” y viene a suponer un duro golpe a nuestra intuición. En el colegio te enseñan que la probabilidad de que al lanzar una moneda salga cara o cruz es la misma en ambos casos (suponiendo que la moneda no está trucada). O lo que es lo mismo, que hay un 50% de posibilidades de que salga cara y otro 50% de que salga cruz. Pero esto es así cuanto mayor es el número de lanzamientos que hagamos de la moneda. Si hacemos el experimento dos veces puede que obtengamos dos caras, si lo hacemos diez veces, puede que tengamos 7 caras. De hecho, es bastante fácil detectar si una serie de lanzamientos han sido hechos con una moneda o los ha simulado una persona. Por ejemplo, de las dos series siguientes:

XXXXCXCXCXCCCCXXCXCC

XCCXCCXXCXXCCXXCXCXC

¿Cuál creéis que pertenece al lanzamiento real de una moneda y cuál pertenece a una secuencia ficticia generada por una persona? Pues la primera es la obtenida por el lanzamiento real de una moneda. En la segunda, la persona que la ha realizado ha “incluido” de alguna manera la equidad en los resultados

intentando compensar cada poco los resultados. Y esto no es así en los resultados reales. De hecho, al lanzar una moneda 100 veces, puede que obtengamos 35 caras y 65 cruces, al lanzarla 1000 veces 430 caras y 570 cruces, al lanzarla 10000 veces 4750 caras y 5250 cruces. Como podéis ver, al aumentar el número de lanzamientos se van equilibrando unos resultados con otros. A esto se le conoce como “ley de los grandes números” y viene a decir más o menos esto que estoy contando, que a mayor número de ensayos más se equilibran las probabilidades. Entonces, las “rachas” de caras o cruces ¿son algo natural? Pues sí. Son bastante habituales. Tanto, que durante la segunda guerra mundial muchos soldados murieron pensando que era una buena idea refugiarse en aquellos lugares donde acababa de caer un proyectil. Nadie les había explicado que la probabilidad de que volviera a caer un nuevo proyectil en el mismo sitio seguía siendo la misma. Pero no hace mucho paso algo parecido en otro ámbito totalmente diferente. Cuando Apple diseñó su ipad, los usuarios demandaron una función aleatoria con el objetivo de poder escuchar sus canciones sin seguir el orden en que habían sido almacenadas en el dispositivo. Los ingenieros hicieron un buen trabajo y crearon una función aleatoria que hacía una selección al azar de las canciones. Sin embargo, los clientes se quejaron amargamente porque en muchas ocasiones el sistema reproducía varias canciones que se habían almacenado en orden consecutivo. Así que hubo que “retocar” esa función aleatoria de modo que no lo fuera tanto, de ese modo no se producían “rachas” y todos contentos. De este modo tan artificial los usuarios creían que sus reproductores funcionaban con total aleatoriedad.

Pero hay muchos más bulos que desmentir y que me reservo para otro artículo dentro de poco. Algunos de ellos aparecen en refranes, en costumbres y en supersticiones de lo más variado. Hoy daremos por bueno aquél refrán que dice que “nunca te acostarás sin saber una cosa más”. Así que, si algo habéis aprendido hoy ya os podéis acostar y si es bien acompañados mejor.

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José Alberto Aijón Jiménez

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